XVI.- LA NAVE NODRIZA


Anu y Enlil, seguidos por Atilar entraron en el salón central de reuniones de la nave etérea. Alrededor de una mesa grande y ovalada, estaban sentados tres etéreos: el capitán, el ingeniero jefe y el director de comunicaciones. Atilar se maravilló de los cuerpos de los etéreos; a primera vista parecían sólidos, pero cuando se les miraba de cerca, era obvio que realmente eran transparentes o quizás traslúcidos. Sus formas físicas podrían describirse como moléculas que vibraban a diferentes frecuencias para emitir muchas apariencias diferentes de densidad. Era como si ellos pudieran modificar sus frecuencias y adaptarse a cualquier nivel de vibración. Eran más hermosos que cualquier raza que Atilar hubiera visto. Su inteligencia fina y apacible les daba a sus rostros una belleza estructural que ningún humano poseía, ni siquiera la desafortunada sacerdotisa de Atilar.
El interior de la nave era limpio, elegante y muy funcional. La luz salía de las paredes. Había aquí un matrimonio perfecto entre la tecnología y el arte. Atilar nunca había visto algo así. La nave debía de medir muchos kilómetros de diámetro, era mucho más grande de lo que se veía en la pantalla de Inanna y a bordo había cientos, quizás miles de seres.
Anu le habló al capitán: "Señor, el tirano dios Marduk ha enviado un helicóptero negro para atormentar a uno de los Yo multidimensionales de la señora Inanna. Ella ha mostrado potencial para una futura activación de su ADN y ha recordado a muchos de sus otros Yo, los cuales han estado en comunicación entre ellos y también con Inanna. Yo quiero ponerle fin a este hostigamiento. De nuevo Marduk viola la ley de no interferencia. Solicito que sobre el área de Montaña Perdida se coloque una cúpula de luz protectora y que su jefe de comunicaciones esté pendiente de la muchacha. Nos parece que ella es muy valiosa para el proceso de transformación y el futuro posible".
"Sí, por supuesto, Anu. Nos encargaremos de eso inmediatamente". El capitán le hizo una seña al director de comunicaciones y al ingeniero jefe quienes salieron del cuarto para hacer los preparativos pertinentes a la cúpula protectora.
"¿Quién es el que está con ustedes?", le preguntó el capitán a Anu.
"Este es uno de los Yo multidimensionales de Inanna; creo que se llama Atilar. ¿Es correcto?", preguntó Anu.
"Así es, ese es mi nombre. Soy de la época de la Atlántida, de antes de la gran corrupción de poder que se presentó allá. Los datos de mi vida son básicamente los de un adepto. Durante toda mi vida busqué el control de mí mismo y logré mucha grandeza, pero como nunca me permitieron sentir, el desequilibrio me impulsó a arrebatarle la virginidad a una joven sacerdotisa de quien me había enamorado. Como consecuencia de ese crimen me ejecutaron".
El capitán miró profundamente a Atilar y con mucha compasión dijo: "Hijo mío, ese es el estilo de las frecuencias de densidad inferior. La intensidad de los anillos materiales de la Tierra y otros lugares similares tiende a generar experiencias desequilibradas que a menudo conducen a la tragedia. Estos mundos de densidad inferior son los lugares que le dan al Primer Creador la oportunidad de aprender, de probarse a sí mismo en medio de las vastas ilusiones de su separación. Tú debes ser como el Primer Creador; perdónate a ti mismo y asimila las extravagancias de los datos de tu vida. Entonces podrás moverte hacia otros mundos para jugar en la eternidad".
"Pero todavía no", interpuso Anu, "ahora estamos jugando a liberar a los humanos de sus tiranos".
"Sí, estoy empezando a comprender". A Atilar le encantaba la nave nodriza; se sentía extraordinariamente bien. "Quisiera permanecer aquí y aprender de ustedes todo lo que pueda. Mis antecedentes como modulador de cristales de frecuencia me motivan a interesarme mucho por su nave y la tecnología etérea. A menos que Inanna me llame o me necesite. Como ella es mi creadora, todavía deseo servirle en todo lo que pueda".
Anu miró al capitán buscando su aprobación para que Atilar se quedara. Éste estuvo de acuerdo y dijo que sería interesante tener a bordo un ser humano del planeta Tierra, aunque esté desencarnado. Quizás todos podían aprender de todos y ellos querían explorar el potencial humano con alguien de las cualidades de Atilar.
Atilar estaba feliz; con su vocabulario trató de expresar sus sentimientos, mas no pudo. La nave en sí misma poseía un nivel de frecuencia de ser tan inédito que Atilar no había podido encontrar las palabras para expresar las sutilezas de sus pensamientos.
El capitán leyó la mente de Atilar y dijo: "Ya has descubierto uno de nuestros dilemas. ¿Cómo nos comunicamos con seres cuya frecuencia no vibra con la misma sutileza que la nuestra?"
Se abrió la puerta y entró un hombre, con su brazo alrededor de una mujer increíblemente hermosa. El capitán los presentó: "Quiero que conozcan a la Dama de los Granates y a su esposo, el comandante Naemon. Ellos son de la familia de Lona, una gran dinastía de pleyandenses que tuvieron la mala suerte de haber sido conquistados por aquel que también atormenta al planeta Tierra. Ellos están aquí por la misma razón que ustedes, Anu y Enlil, para observar el progreso de la especie humana y para ayudar en todo lo que sea posible".
Atilar no pudo dejar de contemplar a la Dama de los Granates; se parecía mucho a su sacerdotisa. Su piel era suave y blanca e irradiaba salud. Sus ojos eran de color verde esmeralda. Pero fue su cabello lo que más lo impresionó. Era rojo oscuro con reflejos de cobre. De conformidad con su título, ella estaba cubierta de granates que le daban la vuelta a su atractiva garganta y estaban hábilmente cosidos por toda su vestimenta. Ella era muy hermosa y su esposo, el comandante, era la pareja perfecta: bien parecido y fuerte. Era evidente que la adoraba. Ella le hizo una seña a Anu a quien obviamente conocía y mirando a Atilar preguntó: "¿Quién es este ser tan encantador?" No era común ver a un terrícola, incluso a uno sin cuerpo, a bordo de la nave y por eso la curiosidad de la dama se despertó.
El capitán respondió: "Este es Atilar, que acaba de llegar del planeta Tierra. Es uno de los Yo multidimensionales de Inanna y ha solicitado permanecer en la nave con el fin de aprender".
"¿Uno de los Yo de Inanna? Oh, qué emocionante", respondió la dama. "Inanna y yo somos muy amigas. Cuando yo era niña solía asistir a las fiestas de su bisabuela Antu, en Nibiru. Ella y yo éramos unas niñas de mucha imaginación y muchas aventuras. Nuestras personalidades son muy similares. Yo la estimo mucho y me encantaría enseñarle la nave a Atilar".
"¿No sería eso interesante, querido?" Atilar se dio cuenta de que el comandante se alegraba de hacer lo que su hermosa mujer deseara.
"Por supuesto, mi ángel". El comandante apretó su delicada mano. Entonces Atilar hizo un recorrido por la nave con sus nuevos amigos mientras Anu, Enlil y el capitán etéreo iban a chequear la cúpula que se estaba planeando sobre Montaña Perdida en el Noroeste del Pacífico.
Graciela salió perezosamente de la cama. No había dormido muy bien después de que el helicóptero se había marchado. Empezó a moler muchos granos de café y el sonido del molino le recordaba los motores del helicóptero. Dios mío, ¿de qué se trataba todo eso? Ante todo ella estaba furiosa. ¿Cómo se atreve a volar por encima de su casa de esa forma y a arrojar esa maldita luz en su cuarto? ¿Había algo que pudiera hacer?
Se sentó junto al teléfono con una taza de "espresso" oscuro y fuerte y empezó a buscar en las páginas amarillas. Llamó a todas las agencias del gobierno y a los aeropuertos que pudo. Pero siempre era la misma respuesta: no había ningún reporte de vuelos de helicópteros la noche anterior, nada, cero. Absolutamente nada. Casi todos la dejaban esperando, luego la transferían a otra persona. La demoraban una eternidad. Incluso llamó a la Agencia de Control de Drogas. Ah, ellos fueron muy serviciales. Le pidieron que los llamara de nuevo en caso de que el helicóptero regresara. Pensaron que se trataba de narcotraficantes canadienses y le agradecieron.
La única persona que le ayudó fue un piloto retirado que trabajaba en uno de los pequeños aeropuertos locales. Le dijo que lo olvidara todo, que nunca, para decirlo claramente, nunca averiguaría quiénes eran o por qué estaban allá. Lo que vio simplemente no había sucedido. También mencionó algo muy extraño. Graciela le había dicho que ella sabía que no era un ovni puesto que el helicóptero hizo mucho ruido y los ovnis eran silenciosos. Pero él la desconcertó diciendo: "¡No todos!"
Para el mediodía Graciela había agotado todas las posibilidades. Si ni la Armada, ni la Agencia de Control de Drogas, ni la Fuerza Aérea le querían ayudar, ¿por qué molestarse? Decidió ir al pueblo y buscar algo para almorzar. Montó sus perros en la camioneta y bajó por el camino de tierra alejándose de Montaña Perdida hasta llegar al pueblo cercano. Estaba cansada, enfadada y tenía hambre. La atormentaba la idea de no poder averiguar quiénes eran los intrusos. ¿Y si regresaban?
Se detuvo para visitar a algunos de sus nuevos amigos y les contó la historia. No le creyeron y se preguntaban qué estaba haciendo una chica tan atractiva como Graciela viviendo sola en Montaña Perdida. Les pareció que era una chica muy rara. Fueron muy amables, pero no le pudieron brindar ninguna ayuda. Graciela sabía que, como de costumbre, estaba sola.
Cuando regresó a su cabaña, se dio cuenta de que había mensajes en su contestador automático. Sintió algo de esperanza, quizás alguien la había llamado con información. Apretó el botón para escuchar sus mensajes, pero no había voces, sólo un sonido totalmente desconocido. Ella escuchó con atención y trató de identificar el ruido. Era tan misterioso, como. . . . ¿qué era eso? Como una especie de máquina de coser que hacía eco en un anfiteatro enorme, o como el zumbido suave de motores. Sonaba como, bueno, sí.... sonaba como el interior de una nave espacial gigante. ¿Pero cómo podía saberlo ella? De algún modo lo sabía; de algún modo sabía que estaba escuchando sonidos que procedían del interior de una nave, una nave que estaba en algún lugar del espacio exterior.
Toda la cinta del contestador contenía los ruidos extraños. Ella se sintió mucho mejor. Esa noche mientras dormía soñó que su pequeño valle estaba cubierto por una cúpula de energía invisible que la protegía a ella y a sus perros de cualquier intruso. La cúpula salía de una nave espacial enorme que estaba en el espacio, en algún lugar más allá de Saturno. Graciela durmió muy bien protegida por esta luz de amor que venía de encima del planeta Tierra.
Inanna y Melinar sonrieron desde el óvalo transparente que estaba en lo profundo de la Tierra. Qué bueno era tener amigos en las altas esferas.

XVII.- FUSION


A la mañana siguiente, Graciela se fue al bosque de cedros. Era uno de aquellos días que se pueden presentar en cualquier época del año en el Noroeste del Pacífico, en primavera o en invierno. En la Costa Este a este tipo de días se le llama Veranillo de San Martín. El sol brillaba y hacía calor, el cielo era azul claro y una brisa penetrante y fresca jugaba con los cedros y hacía que la luz del sol danzara a través de los árboles y sus hojas verde pálidas. La neblina y el polvo se levantaban desde el piso del bosque como mágicas columnas de humo.
Graciela se acostó sobre una gruesa capa de musgo y sintió la fuerza de la Tierra. Se relajó con la sensación de que se acercaba a su verdadero hogar, al hogar que está adentro. Sus perros se acomodaron a su alrededor de la manera protectora usual. Los dos reían felizmente al estar en un lugar tan maravilloso; era como si sintieran que algo especial estaba a punto de suceder y Graciela sonrió al verlos tan felices.
Ella miró alrededor del bosque y vio a Inanna parada al lado de un bello árbol antiguo. Ya confiaba y amaba a esta dama sabia y hermosa de piel azul que estaba parada mirando con amora a Graciela y sus perros. Era un hermoso día que le recordaba a Inanna las épocas felices cuando su vida había sido tan sencilla, cuando había sido la niña malcriada y adorada de la familia de Anu. Melinar estaba con ella y sus brillantes fulguraban.
Inanna se concentró en el Ser de Luz radiante que se le había aparecido en el óvalo de la vieja Mujer Serpiente y lo llamó al bosque de cedros, a este tiempo y a esta dimensión. Ante los ojos de Graciela tomó forma el ser más hermoso que había visto. El Ser de Luz estaba hecho de luces radiantes llamativas, era un espectro de colores diferentes dorados, de azules tornasolados y colores rosados, todos salían como disparos, como si fueran fotones que se reagrupan permanentemente para su propio placer. El sólo mirar este espectáculo dejó a Graciela sin aliento. Lágrimas de gozo bajaron por su rostro. Melinar explotó de energía e Inanna sintió una paz y alegría inusuales.
Graciela preguntó: "¿Quién eres tú?"
El Ser de Luz comenzó a hablar con una voz melodiosa que repercutía en las armonías de los reinos angelicales. "Yo soy tú, Graciela, soy Inanna y todo lo que ella ha sido, todos sus Yo. Yo soy Olnwynn y Atilar, soy Doncella del Cielo y Chandhroma, soy todas las expresiones que han venido de la mente del Primer Creador a través de mí y de mi querida Inanna".
Graciela comenzó a dudar de sus ojos y oídos. Ella pensó que seguramente nunca sería tan extraordinariamente bella o maravillosa como este ser que ahora estaba frente a ella.
El Ser contestó los pensamientos de Graciela: "Mi dulce niña, yo soy lo que tú siempre has sido. Recuerda quién eres, recuerda quiénes somos, Inanna y yo. No te juzgues a ti misma. Cuando tú juzgas, te retiras de nosotros. Nosotros no juzgamos. Recordamos, somos y siempre hemos sido uno: un ser, un cuerpo. Recuerda".
Graciela sintió que el temor inundaba su cuerpo, el temor a lo desconocido. De nuevo, el Ser habló al corazón de Graciela: "Yo soy lo que tú siempre has sido, amada. No es necesario que sientas temor. Tu sistema de circuitos está ahora alineado para tener una mejor recepción. Al abandonar tu programación de temor te abrirás hacia nuevas realidades posibles y nos autorizarás a transmitir una onda de cambio a tu ser, a todas tus células. Pero tienes que abrirte, tienes que permitirnos que te ayudemos. No podemos ir a donde no nos han invitado, y no podemos interferir a menos que tú nos pidas que te ayudemos a limpiar la programación limitada de tus códigos genéticos. Deseamos llegar a ser conscientemente uno contigo".
Graciela miró a Inanna que obviamente deliraba de felicidad, y a Melinar que parecía girar más rápido que la velocidad de la luz.
En el desierto había una tenue luz dorada. Todo lo que normalmente parecía ser sólido, vibraba con luz y aparentemente era traslúcido.
¿O será que las cosas realmente nunca son sólidas sino que oscilan con energía de luz?
El Ser habló de nuevo: "Tú ves la materia como energía vibrante porque eso es lo que es. Borra tu programación de temor, amada. El temor y la duda son interruptores de circuito, el amor es un intensificador. Nosotros somos amor, el amor del Primer Creador. Ábrete a nosotros y suelta tu temor. Tu vida y sus expresiones se incrementarán más allá de lo que te hayas imaginado.
"Nunca estuviste separada de nosotros, amada. Estás dentro de nosotros y nosotros dentro de ti. Como esas muñequitas rusas que encajan una dentro de la otra, nosotros todos somos parte del otro. En otras épocas muchos de los otros Yo multidimensionales empezaron a recordar, pero es ahora, en este tiempo y espacio que tú, Graciela, empiezas el proceso de unificar todas las experiencias de los Yo proyectados por Inanna. Todos los datos de vida de diferentes Yo vienen hacia ti en este ahora porque tú has buscado la verdad y ahora es el momento. El coraje y la pasión de todos aquellos que están dentro de ti activarán lo que ha estado latente dentro de tus códigos genéticos, irradiando así un gozo contagioso a todo el planeta".
Graciela sintió una brisa suave que acarició su rostro mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Nunca había estado tan feliz en su vida. Era como si todo el dolor que llevaba adentro lo hubieran lavado y ese lugar lo ocupara algo nuevo. Se sintió amada y el poder de ese amor inició una reacción nuclear en todo su sistema metabólico. Sintió que sus células explotaban, que hacían burbujas dentro de ella. Nunca antes había experimentado algo así.
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que el bosque estaba repleto de seres, algunos eran los Yo multidimensionales de Inanna, o las vidas pasadas de Graciela, las cuales no eran del todo pasadas, porque como ella lo veía claramente, estaban todos aquí, ahora. Y se fusionaban con ella mientras conservaba sus Yo separados.
Miró a Olnwynn, el maravilloso guerrero celta, aun atractivo, que sonreía de oreja a oreja. Lo escuchó dar su grito de guerra y sintió que su coraje se fundía dentro de ella. Chandhroma danzó frente a Graciela; las campanas de plata que rodeaban sus tobillos delicados sonaban con deleite. Los movimientos garbosos de Chandhroma inspiraron a Graciela a recordar lo que su propio nombre significaba: gracia. Su madre le había puesto ese nombre porque siempre había dicho que Graciela había venido por la gracia de Dios. Incluso en medio de su propia infelicidad personal, su madre había tratado de amarla y le había dado regalos inestimables. Graciela lloró al pensar en todo esto. La vida podía doler tanto.
Atilar caminó hacia Graciela y entró en su ser. Estaba ansioso de regresar a la nave nodriza, pero sabía que este momento era más importante. Él había sido un maestro de la concentración y su conocimiento de la variación de las frecuencias de poder en los cristales tenía muchas otras aplicaciones potenciales. Graciela absorbió este entendimiento y la sabiduría que Atilar había adquirido de su caída. Él todavía amaba a la joven sacerdotisa con todo su corazón y estaba decidido a encontrarla en algún lugar de la inmensa extensión del tiempo para ayudarla como mejor pudiera .
Apareció Doncella del Cielo. Se sentía muy a gusto en este bosque puesto que amaba la Tierra y el cielo. Se había convertido en una con los cielos para atraer sus bendiciones hacia la Tierra, el campo y el bosque. Bendijo a Graciela y le dio la sabiduría de su vida como india. Fue una unión muy natural para ellas dos; la sangre de la tribu de la Doncella todavía corría por las venas de Graciela. Ella sintió que absorbía los datos de la vida de la Doncella del Cielo, su amor por los cielos y su amor perdido, Pluma de Fuego; la tristeza de la pérdida y la pasión por la vida.
Cada uno de los Yo de Inanna se disolvió en la conciencia de Graciela y cada uno le trajo dones. Merwyn le trajo su paciencia y amor por el conocimiento, Raquel su pureza inocente y Tenzin sus visiones místicas y artísticas. Graciela estaba plena, su cuerpo estaba encendido; el fuego que quema pero que no consume. Inanna tocó tiernamente el rostro de Graciela y desapareció en la neblina del bosque. Los otros también se desvanecieron. Algunos no eran Yo multidimensionales de Inanna y estaban allí sólo para observar. Graciela nunca los había visto antes y no sabía quiénes eran. Para sorpresa suya había estado allí una hermosa mujer de cabello rojo ondulado que estaba cubierta de granates. Tenía que acordarse de preguntarle a Inanna quién era esta dama, pero no ahora. Ya se estaba sintiendo un poco cansada y tenía mucha hambre. Era hora de ir a casa.
Los perros saltaban de regreso a casa; pensaban en la sopa de pollo y el pan con mantequilla caliente. Guiaron a Graciela por la trocha que conducía a la cabaña. ¡Qué día!, pensó ella. ¡Qué día tan sorprendente, mágico y maravilloso! Se preguntó si así sería el gozo supremo

XVIII.- POLVO CÓSMICO


Marduk estaba sentado en la sala de control principal observando la pantalla de la unidad exploradora de las fuentes de energía. La población de la Tierra producía continuamente lo necesario para que se alimentaran él y sus legiones: temor, culpa y ansiedad, las energía sutiles de las cuales se alimentaban sus tropas. Estaba esperando que le sirvieran champaña y caviar, de modo que cuando se abrió la puerta se sorprendió mucho al ver la expresión en el rostro de su sirviente que llegó con las manos vacías.
"Maestro, sobre el área de Montaña Perdida han colocado una cúpula protectora de luz de alta frecuencia. No estamos seguros de su fuente, pero pensamos que viene de una nave nodriza etérea localizada más allá de la órbita de Saturno".
Marduk sintió su adrenalina reptil agitándose por todo el cuerpo. ¿Cómo se atreven? Esos malditos etéreos no bloquearían tan fácilmente su misión de reconocimiento. Enviaría un par de sus naves de guerra para contrarrestar la cúpula protectora. Dos o tres ráfagas de radiación de sus armas de plasma destruirían la cúpula con facilidad. Dio las órdenes y pidió su champaña. Se sentó de nuevo frente a sus unidades exploradoras y maldijo a los etéreos, algo que simplemente no se hace.
Era de noche en Montaña Perdida. Los cielos estaban transparentes y Graciela sentía algo que las palabras no podían expresar. Encendió las velas en su cabana, se sentó junto a la ventana y miró hacia la noche. Todo se veía tan diferente; era como si nunca antes hubiera visto las estrellas.
Graciela se preguntó cómo había empezado Inanna a emprender su viaje multidimensional. Inanna puso en acción su enfoque y llamó a la primera de sus excursiones de carne y sangre, o sea al ser de túnica blanca que les había mostrado una columna de luz a los buscadores en el Himalaya. Le enseñó a Graciela el círculo y le permitió sentir el poder del amor que aquel ser había sentido por los que estaban en el círculo. Inanna se había entregado a ellos y había llegado a amarlos profundamente. Y, como nosotros nos convertimos en lo que amamos, ella se convirtió en parte de ellos. Formar estos seres había sido la experiencia más satisfactoria que había conocido hasta ese tiempo.
Inanna explicó: "Todos los seres que están en ese círculo han sido la fuente del amor que ha generado tanta pasión dentro de todos mis Yo multidimensionales. Y algunos de los que están en el círculo son las mismas personas que mis Yo han amado y que se han afectado mutuamente en el tiempo y el espacio".
Graciela vio a Inanna como el ser de túnica blanca que había sentido tanto amor que se atrevió a descender a las densas frecuencias de la Tierra en un cuerpo humano. No sintió temor cuando vio que salían ondas de energía de las manos que estaban dentro de la túnica blanca. Estas ondas se movieron con ternura hacia ella y la llenaron de una liviandad de ser. Graciela se abrió.
En el ojo de su mente, Graciela vio los brillantes cambiantes con todos sus colores; la temperatura de su cuerpo aumentaba y a medida que las ondas la bañaban, cada célula de su cuerpo empezaba a vibrar a una frecuencia más alta y a convertirse en luz. Graciela se estaba convirtiendo en luz: no luz reflejada, sino luz de su propia fuente, de adentro.
Sentía que se extendía, se expandía hacia el universo. Recordó a todos los Yo de Inanna, a Olnwynn, Doncella del Cielo, Tenzin y los otros. Todos vinieron a ella y sonrieron porque estaban en ella y eran parte de su proceso. Lo que ella experimentaba, ellos lo sentían. Graciela sintió una unidad, no sólo con los Yo sino también con Inanna y más allá con la Tierra, con los cedros altos, con las estrellas y el universo. Se transformó en un sentimiento de gozo inefable cuando supo, simplemente supo, que era una con toda la vida, con todo. Se convirtió en el gozo mismo.
Graciela empezó a reír. Una risa tierna y afectuosa la rodeó y, como la risa es contagiosa, Inanna empezó a reír con ella. Las dos chicas reían, reían y reían.
Las dos empezaron a sentir algo nuevo. En el mismo momento sintieron que, como eran una con todo lo que había en la creación, también eran una con Marduk. No sólo era él parte de ellas sino que lo amaban. De un modo increíble, Inanna sintió amor por Marduk, hasta vio su belleza. Ese amor les proporcionó a ellas dos la sabiduría para saber que Marduk no solamente era la proyección inconsciente de la locura tiránica de los hijos de Anu, sino que también era parte del Primer Creador.
Marduk era la porción de energía que permitía que sobre la Tierra, en la especie humana, se presentara una comedia mágica, una ilusión de limitación con el suficiente poder de crear una forma de vida completamente nueva, un nuevo código genético que portaba posibilidades nuevas y potenciales frescos para la creación.
La tierna risa de Inanna y de Graciela resonó por toda la Tierra hasta el cielo. La fuerza de su gozo se esparcía simultáneamente por toda la Tierra y más allá de ella. La conciencia no tiene barreras, así que los otros que también buscaban la verdad estaban sintiendo exactamente lo mismo en el exacto momento. Los Yo multidimensionales de Enki y Ninhursag, así como los de otros miembros de la familia de Anu, empezaron a reír. También otros quedaron afectados por este contagio de la verdad, gentes que eran de otras formas de vida y también terrícolas; todos reían en su nuevo conocimiento. El proceso había comenzado. La verdad los había hecho libres.
Marduk derramó su champaña. Se enfrentó a una visión terrible: en las pantallas de sus unidades exploradoras se vio evidencia repentina de una disminución enorme en la productividad. En menos de un minuto de la Tierra el suministro de temor había disminuido de una forma alarmante. Saltó de su trono dorado y se lastimó el dedo del pie, bueno, su garra.
Tenía que haber un error; el extenso suministro de recursos no pudo haber disminuido tan rápidamente. Empezó a gritarles a sus sirvientes y a presionar toda clase de botones electrónicos de alarma. Se estaba enloqueciendo; sus ojos se hincharon y su rostro se desfiguró. Manoteaba como un loco y les gritaba a sus clones. Pero Graciela y todos los otros estaban por encima de él, ya no los podía controlar o lastimar porque habían cambiado sus códigos genéticos y se habían alejado de su frecuencia. Ellos ya vibraban en medio de un espectro que él ni siquiera podía ver, mucho menos tocar.
Atilar había regresado a la nave nodriza y estaba con el comandante y su Dama de los Granates. Todos estaban emocionados por lo que estaba sucediendo en la Tierra. La Dama había decidido proyectar Yo multidimensionales en diferentes coordenadas de tiempo/espacio para unirse a la alegría de su amiga Inanna. Naturalmente el comandante se uniría a ella, pues era tan protector de su amada. Había empezado una nueva tendencia y muchos otros seguirían este curso de acción
De regreso en Montaña Perdida, Graciela miró el reloj. Eran casi las cuatro de la mañana y todavía estaba oscuro. Las estrellas apenas empezaban a palidecer. Ella se sentía llena de energía y se le ocurrió que sería maravilloso ir a dar un paseo. Echó algunas cosas en su mochila, llamó a sus perros y todos se dirigieron al camión. Mientras bajaban por el camino de tierra que daba comienzo a la montaña, Graciela pensó cuan agradable sería bajar por la carretera abierta a media noche y sentir el viento sobre su cabello.
Sí, pensó Graciela, iré a la ciudad, a cualquiera y de ahí me iré a otra llevando conmigo la Onda dentro de mí y ofreciéndola, simplemente con el hecho de estar ahí, a todo aquel que la quiera. ¿Cuál era el dicho? "Lo que hay que hacer, es ser" ¡Sí, eso es! En voz baja empezó a tararear compases de esa vieja canción gospel de la Guerra Civil, Amazing Grace.
Los perros competían por la ventana. Ellos compartían su felicidad y siempre estaban listos para cualquier aventura. Mientras bajaban por el camino de tierra, la camioneta de Graciela levantaba polvo; pero esta noche era polvo cósmico.

XIX.- DESPUÉS


Era hora de reunirse con el Consejo de la Federación íntergaláctica. Debían asistir Inanna y Anu con los otros miembros de la familia, Enki, Ninhursag, Ninurta, Ereshkigal y todos los otros con excepción de Marduk.
Inanna estaba muy emocionada porque tenía tantas cosas para informar. Por fin sus Yo multidimensionales estaban progresando muy bien y el verdadero cambio estaba comenzando, gracias a la Onda y a tantos otros factores. No podía olvidar agradecerles a los etéreos por proteger a Graciela. Inanna se sentía regocijada con esa felicidad que llega con la realización, y también con esa nueva sensación de unidad que ella y Graciela habían descubierto. La vida era buena; Inanna se veía más hermosa que nunca. Se sentía plena y su suave piel azul resplandecía.
Incluso Enlil había felicitado a Inanna y Anu la había besado cariñosamente. El siempre había amado a su Inanna. Antu también estaba allá; no quería perderse toda la emoción del momento.
También estaba la posibilidad de conocer nuevos amigos e invitarlos a sus fiestas. Esta era una gran celebración.
Anu y Enlil estaban listos para discutir las posibilidades de trasladar a los líderes exiliados otra vez a las Pléyades. Todavía había mucho trabajo por hacer pero habían llegado muy lejos y Enlil ya estaba planeando la logística de la operación. El puño de hierro de la tiranía estaba empezando a aflojar en todas las galaxias. Era hora de que empezara una nueva edad dorada; le había llegado su final al Kali Yuga, la edad de la oscuridad. El Primer Creador estaba evolucionando como siempre.
Inanna estaba de pie mirando a los otros en el salón intergaláctico. Se sentía muy feliz y no estaba pensando en nada particular, cuando sintió una presencia detrás de ella. Por su cuerpo se esparció una sensación calurosa y sintió que alguien respiraba muy cerca de ella.
Lentamente dio la vuelta en respuesta a esta energía sutil que empezaba a atraer toda su atención. Ahí estaba él, el hombre maravilloso que había deseado conocer desde hacía tanto tiempo. Inanna lo miró a los ojos; ellos danzaban con sabiduría y humor y eran como diamantes en la noche. Sintió una profunda reminiscencia, pero no supo por qué. El silencio la inundó.
El extendió su mano hacia la de ella y sonriendo dijo: "Permíteme presentarme."