Ereshkigal es mi media hermana. Con una esposa tan buena y bella como mi madre, era de esperarse que mi padre, Nannar, estuviera satisfecho. Pero la fidelidad no era la costumbre en la familia de Anu. Quizás era el contraste con mi madre lo que hacía que la madre de Ereshkigal fuera tan fascinante. La única palabra que escasamente describe a su especie es Raksasas.
Ella era mitad serpiente y mitad demonio, muy atractiva, y de su cuerpo salía y se retorcía el Kundalini. Su piel era de un verde claro cobrizo y su pelo formaba lo que se podría llamar "rizos aterradores". Su cuerpo era fuerte y sensual. Tenía los ojos de una cobra con el poder para hipnotizar a Nannar. Como Dios de la Luna, mi padre ciertamente tenía su lado oscuro.
La atracción apasionada entre ellos dos solamente podría desase como combustión espontánea. Ereshkigal era un auténtico retoño de una fusión erótica. A nadie se le ocurrió cuestionar su belleza asombrosa. Ella heredó lo mejor de sus padres, y ella lo sabía.
No la culpo por no haberme querido. Creo que en cierto modo ella sentía por mí lo que Enki sentía por Enlil. Yo era la hija legítima de Nannar y ella era el fruto de la concubina. Además de estar cautivado por su belleza, Enki sentía cierta simpatía por ella. Hasta llegaron a concebir un hijo que se llamó Ningishzidda.
Enki como de costumbre no pudo controlarse y, como ingeniero jefe de minas, le había dado a Ereshkigal el poder sobre el mundo subterráneo. Enki se deja convencer muy fácilmente y me hubiera gustado ver cómo Ereshkigal utilizaba sus notables encantos sobre él. Nosotras las chicas hacemos lo que sea para valemos en este mundo. ¡Pero todo ese cabello rubio era tan falso como todas las pelucas que usaba para realzar su cabellera!
El mundo subterráneo no está exactamente debajo, aunque parte de él sí lo está. Está localizado en lo que ahora llaman África y los extensos depósitos de oro que nosotros codiciamos están allá.
Fue una operación minera enorme. Constantemente volaban los enlaces desde Terra hasta a la estación en la órbita para entregar los metales refinados.
Desde las profundidades de la Tierra sacábamos oro y otros metales preciosos como plata, cobre, uranio y diamantes. Tenía que haber una fuerza de trabajo gigantesca y, con el paso de los siglos, se procrearon hombres y mujeres para que fueran obreros más eficientes. Nuestros geneticistas constantemente mejoraban el aspecto de su obediencia y sumisión. No obstante, de vez en cuando había que aplicar la disciplina.
En Terra había por lo menos tres especies que comían carne humana, así que los "come-carne" eran una herramienta disciplinaria muy útil. ¿Qué mejor amenaza para a un trabajador reacio que la idea de ser devorado vivo?
Mírenlo desde nuestro punto de vista: nosotros estábamos cumpliendo con nuestro deber. Teníamos que suministrar partículas de oro a nuestro planeta Nibiru para nuestra atmósfera agotada, o moriríamos todos. Hicimos todo lo necesario para sacar el oro de las minas.
Ereshkigal era la más indicada para este trabajo; para nada le molestaba "motivar" a los obreros con historias de canibalismo. Dentro de sí tenía un poco de esa vocación de come-carne. No es que comiera humanos todo el tiempo; sólo un mordisco de vez en cuando.
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El canibalismo tiene significados diferentes para diversas especies. Un grupo podría verlo como una manera de absorber la fuerza, sabiduría y poder de la persona que se come.
Para ellos, es un método ritual de aumentar su conciencia, así como su capacidad física y sexual. Cuando ingieren a su enemigo, obtienen la experiencia de su vida. Otros solamente se comen el cerebro de la víctima para obtener su inteligencia. En vuestro planeta todavía hay vestigios de esto.
Hay otro tipo de canibalismo más generalizado que es mucho más sutil. Hay quienes conocen el arte de devorar la energía de las personas sin que ellas lo sepan.
Piensen cómo el temor los puede enfermar; cuán rendido y desgastado se siente uno a causa de la rabia, la cólera o los celos.
¿A dónde va esa energía?
¿Por qué se ven tan cansados y pálidos aquellos que son adictos al alcohol y las drogas?
Quizás aquellos que los controlan ya no necesitan comer su carne.
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¡Ahora saben de dónde proceden esas historias sobre personas que llevan a las Antípodas, las asan y se las comen los demonios! para algunos era una realidad.
Pero no existen los demonios, solamente varias especies que los han controlado por medio del temor.
Este es un universo de libre albedrío, lo que quiere decir que son libres para hacer lo que quieran, y también lo son los demás seres.
Ese es el problema.
Si todos empezamos como iguales, ¿cómo inducimos a los otros a que hagan lo que queremos que hagan?
¿Hay algunas reglas?
¿Se puede engañar a otros?
¿Quién valora a quién y a qué?
Si te conviertes en el tirano de otro, ¿se te devuelve esa tiranía?
¿Te bloquea esto con el tiempo?
Esa es la pregunta más interesante para nosotros ahora que estamos atrapados por la Pared.
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Yo no estaba pensando en asuntos de metafísica cuando descendía en mi nave hacia el mundo subterráneo. Mi hermano Utu y mi padres opinaron que tenía que estar deschavetada. Ellos no pensaban que Ereshkigal recibiría a su media hermana que acababa de enviudar con los brazos abiertos, y me advirtieron que no fuera. Pero yo tenía otras cosas en mente, como la dotación genética de su marido Nergal, además de sus ojos azules. Por derecho, él llegaría a ser mi esposo y produciríamos herederos.
Se decía que Ereshkigal tenía un palacio fabuloso, que estaba todo cubierto de oro. Me imagino que le hacía falta todo ese esplendor para animarse, pues el vivir alejada de Sumeria y Egipto debió de haber sido deprimente para ella.
A medida que me acercaba a los portones, me abatía un poco todo el oro y las columnas de mármol que describían monstruos serpentinos retorciéndose y devorando Lulus muertos de pavor. Un poco exagerado, me pareció. Pero eso era sólo el comienzo.
Tuve la buena idea de enviar a Ninshubar, mi criada, a que me esperara en la nave. Le dije que si no aparecía en tres días, ella debería volar a casa a buscar ayuda. Había prestado algo de atención a lo que dijeron mis padres. No obstante, yo estaba confiada. Una chica debe arriesgarse, debe tener coraje. Después de todo, me había arriesgado a conseguir los MEs divinos. Yo sabía que podía ser muy persuasiva.
Ereshkigal no salió precisamente corriendo a saludarme. De hecho, no la veía por ningún lado. Me salió al paso un horrible guardián que dijo que se llamaba Neti. ¡Dios mío, él o ello era tan grande!
Le dije a ese monstruo quién era yo, y él me guió por un laberinto que tenía una serie de portones, lo que debió de haber sido un sistema de seguridad diseñado para proteger el oro de Ereshkigal. Luego este guardián me ordenó a mí, Inanna, que me quitara todas mis joyas protectoras y mis vestiduras. Todos nosotros usábamos una variedad de aparatos defensivos para protegernos de la radiación. También llevaba conmigo los utensilios de cabeza con reguladores de campo y sistemas de comunicación. Mi vestido tenía su escudo de protección estándard tejido dentro de la tela. Nunca se sabe qué se puede encontrar cuando uno vuela por el espacio, o en Terra.
Al llegar al séptimo portón, se me ordenó que me quitara el vestido. No es que yo sea muy modesta, pero me empezaba a fastidiar la forma como me estaban tratando. Además, yo quería saber a dónde se estaban llevando las joyas. Finalmente, entré en un salón donde Ereshkigal celebraba una audiencia.
Era exactamente como me lo habían contado; había un estrado de oro enorme y Ereshkigal estaba sentada sobre un trono majestuoso con diamantes incrustados. Aunque yo estaba desnuda, iba a saludar con amabilidad, cuando esos jueces con aspecto de ogros empezaron a lanzarme acusaciones de falsedad y traición. Era algo ridículo; no entendía de qué estaban hablando y tenía sed.
De repente, Ereshkigal sacó su arma de plasma y en un momento me disparó una buena dosis de radiación, más que suficiente para matarme. ¡Yo estaba asombrada! Rápidamente vi cómo yo flotaba por encima de mi precioso cuerpecito, ¡que aceleradamente cambió de su cálido tono azul a un índigo muerto!
Ereshkigal les ordenó a sus guardias que colgaran mi cuerpo en la pared como se hace en una carnicería. Vi cómo mi cuerpo se descomponía. Viajando en astral, seguí a mi criada, Ninshubar, que iba de regreso a Nippur, la ciudad de mi abuelo, Enlil. Observé cómo ella entraba en su templo y le suplicó que me salvara. ¡Él se rehusó! dijo que yo sabía muy bien lo que pasaría si iba allí; de todos era sabido que Ereshkigal me despreciaba.
Entonces mi criada fue a mi padre, Nannar. ¡Él también dijo que no! Y yo seguí flotando ahí en el aire, escuchando el sermón de mi padre: "es muy testaruda, todos sabíamos que sólo encontraría problemas al ir a buscar el marido de Ereshkigal". ¡Hasta dijo que me habían dado mi merecido! ¡Mi propio padre! ¿Tal vez habría preferido un hijo varón?
Yo todavía flotaba en aire, tratando de acostumbrarme a estar sin un cuerpo. En la mente de mi querida criada motivé un pensamiento y velozmente ella fue al Abzu de Enki. Ya tenía preparada una historia lacrimosa muy convincente y, bendito sea Enki, decidió intervenir. Él tenía algo de poder sobre Ereshkigal, pues había sido él quien le había concedido el mundo subterráneo. El hizo arreglos para que llevaran mi cuerpo a la Gran Pirámide y, con la ayuda de Ninhursag, me resucitó.
Durante tres día tuve un dolor de cabeza horrible. Decidí nunca más volver a visitar a esa bruja y olvidarme del DNA de su marido.
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Estar separada de mi cuerpo no fue algo tan funesto, pero me llevó a pensar cuánto disfrutaba de ciertas cosas, como bailar, o incluso comer. Me había apegado mucho a este cuerpo y a mi vida en Terra con los Lulus. El tiempo que estuve fuera de mi cuerpo me hizo querer mucho más a Terra. También aprendí a no confiar en nadie, excepto en mí misma.
Decidí extender mis Templos del Amor a la India meridional donde me habían dado territorios que nadie más quería. A las orillas del río Indo construí las ciudades Mohenjo-Daro y Harappa..