I.- LOS ZAPATOS ROJOS


SEGUNDA PARTE: MELINAR Y LOS YO MULTIDIMENSIONALES


I- LOS ZAPATOS ROJOS


El año es 1994, el lugar: Planeta Tierra, la ciudad de Nueva York, la parte occidental superior. Graciela se baja de un taxi en la esquina de Broadway y la calle 78 apretando firmemente una bolsa de compras de uno de los almacenes más exclusivos de la ciudad. Alegre y nerviosa al mismo tiempo, ella reflexiona sobre su estado mental. Acaba de pagar casi 300 dólares por un par de zapatos rojos de tacón alto, una suma exorbitante por un par de zapatos. Después de muchos años de meditar y buscar la verdad, de viajar por todo el mundo y de buscar respuestas en miles de libros, está de pie en las peligrosas calles de Nueva York, apretando firmemente un par de zapatos que cuestan lo suficiente para alimentar a una familia de seis personas durante un año en algún país tercermundista.


Una quejumbrosa voz llega a la conciencia de Graciela. Mira y ve a una joven mujer desgarbada sobre unos escalones de concreto. Está sucia, andrajosamente vestida y visiblemente perturbada. Su rostro está lastimado. La mujer llora histéricamente y grita:
- "¡No tengo nada, no tengo dónde vivir, no tengo qué darles a mis hijos!" 
Su desespero llena la calle mientras les suplica a los transeúntes. Como están en Nueva York naturalmente, todo el mundo la ignora. La bolsa se vuelve más pesada en los brazos de Graciela. Con un sentimiento de cobardía y culpabilidad, ella abre discretamente su bolso y saca un billete de 20 dólares. Toma precauciones para no atraer la atención de asaltantes potenciales. Camina lentamente hacia la triste mujer y deja caer el billete en sus manos encallecidas y ansiosas.
La mujer salta de alegría y grita a los cuatro vientos: "¡VEINTE DOLARES!" ¡Dios mío, esta mujer me dio veinte dólares! Todas las personas que estaban cerca se dieron vuelta y miraron a la mujer y a Graciela. Ella sabe que si permanece un minuto más será acosada por otros mendigos desesperados. En medio del pánico, Graciela empieza a correr esquivando el tráfico mientras cruza Broadway y la 78 para llegar a Riverside Drive. Entra en un edificio de apartamentos, besa al portero y toma el ascensor. Recuesta su cuerpo contra sus cómodas paredes, mientras su corazón late apresuradamente. Los zapatos ya no están.
*
En otra dimensión Inanna, la hermosa diosa pleyadense, está sentada en una óvalo transparente contemplando las proyecciones multidimensionales de su Yo que ella ha lanzado en el continuo del espacio/tiempo. Alcanza a percibir una sensación de temor y pánico de uno de los Yo. Se enfoca sobre el área de la molestia y ve la imagen de Graciela en el ascensor. El corazón de la chica se acelera peligrosamente, quizás es necesario un poco de sosiego.
*
Graciela escucha una voz familiar en su mente: "Cálmate, estás bien. Fue algo muy generoso de tu parte el haber ayudado a esa pobre mujer. Respira profundamente y cálmate". Mientras abre la puerta de su apartamento Graciela empieza a llorar. Dos hermosos pastores alemanes negros saltan de gozo, besan sus lágrimas y le dan la bienvenida a casa. Ella abraza a sus dos ángeles guardianes con agradecimiento.
Graciela se dirige a la ventana. Después de vivir veinte años en Nueva York por fin vive en un apartamento con una magnífica vista al río Hudson. El apartamento queda en el piso veinte; quizás un piso por cada año. Desde la seguridad de su balcón elevado ella mira hacia abajo al Riverside Park. Es la primavera y los capullos de cerezos están en plena floración. La belleza es engañosa, pues oculta las cajas de cartón que están detrás de los árboles y que son el hogar de muchos indigentes. Desde arriba los ve claramente. "Ya no puedo aguantar esto. Me siento tan impotente frente a un desespero tan agobiante". Ella recuerda al hombre que vive en el parque durante todo el invierno y que se cubre con periódicos para protegerse del frío. En un temor mutuo, sus ojos se han encontrado más de una vez. Los ojos del hombre expresaban su dolor y desesperanza, penetraban en las profundidades del alma de Graciela dejándola con un sentimiento de impotencia total.
El dolor que produce la ciudad es más de lo que ella puede soportar. Sueña con las montañas del Noroeste del Pacífico, con bosques de cedro y agua pura. Abraza a sus perros y promete empacar y abandonar la ciudad, lo que para ella se ha convertido en una promesa vacía.
*
Inanna se relaja, sabe que Graciela ha recibido las imágenes del santuario de la montaña y las ha absorbido dentro de su ser. Muy pronto ella estará sola con las estrellas en Montaña Perdida. Fuera del caos de la ciudad ella podría escuchar a Inanna y, en el silencio del bosque, puede llegar a recordar. Quizás ésta tenga más éxito que los demás Yo. Quizás ésta activará los genes regresivos y podrá reunir a los otros Yo que están perdidos en medio de sus creencias. Tal vez esta joven mujer tendrá éxito donde muchos han fallado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario