XIV.- EL HOMBRE IDEAL


Inanna despertó de un sueño horrible; sus dragones guardianes la miraban de una forma protectora. Soñó que estaba cubierta de chocolate y que el desagradable Marduk estaba pensando en darle un mordisco. Ella se estremeció, se levantó de su cama y llamó a Melinar a su conciencia. Éste flotó por el cuarto emitiendo frecuencias tranquilizadoras hasta que Inanna y sus dragones estuvieron otra vez calmados. Era bueno tener un amigo para los tiempos difíciles. Inanna se sirvió un brandy arturiano. Era un poco temprano pero el brandy bajó por su garganta y calentó todo su hermoso cuerpo azul.
Hoy era el día en que Inanna y Enki debían asistir a la reunión de la Federación Intergaláctica. Ella estaba muy emocionada, no sólo por la importancia de su misión, sino porque en secreto tenía la esperanza de encontrarse con el misterioso extraño que había visto en la última reunión. Miró toda la ropa que tenía en su armario y no sabía qué ponerse para impresionar a aquel hombre.
Ella no sabía absolutamente nada sobre su extraño; sólo sabía que nunca había visto a otro igual. Él poseía un aire de fuerza y de dignidad silenciosa que ayudaba a aumentar su belleza física. En la familia de Inanna no había nadie que se pareciera a él, ni siquiera Anu o Enlil. Era alto, su cabello largo, lacio y plateado y sus ojos eran tan oscuros como el cielo nocturnal; eran unos ojos que brillaban con humor. A Inanna le parecía que había diamantes dentro de esos ojos oscuros y ella deseaba saber más sobre este hombre.
Se vio a sí misma recordando sus manos; eran totalmente delicadas, tenían dedos largos y suaves pero, no obstante, no mostraban ningún rasgo de debilidad. Inanna pensó que éste era un hombre que estaba por encima de las subidas y bajadas de la vida. Era profundamente apasionado, pero sus pasiones no le agobiaban. Su aspecto le dijo a ella que él veía el humor de la vida y de sus cambios infinitos, que la vida por sí misma lo deleitaba y que sentía compasión por todos los seres sin importar en qué estado de evolución se encontraran. Inanna comprendió que este hombre sabía que era parte de toda la vida y, a causa de ese conocimiento, amaba la vida en todas sus partes infinitas.
Ella se preguntó si verdaderamente había cambiado lo suficiente como para que él se fijara en ella. Pensó que en la pasada reunión ni siquiera la había mirado, ¿o sí? No sabía qué ropa ponerse y después de dar lata y de tirar más de una prenda sobre el piso se decidió por algo modesto y de buen gusto, algo muy raro en ella.
Sintió que Enki se acercaba montado en su dragón y rápidamente sintió la presencia de los otros dos, Anu y Enlil. Enlil siempre la ponía nerviosa. Ella se imaginaba que él la juzgaba severamente y que no estaba del todo satisfecho con su nieta. Pero para ella siempre era un placer ver a Anu, pues su mismo nombre significaba "amada de Anu", y siempre había sido cierto que Anu adoraba a su bisnieta.
"¡Mi muchachita, me alegro tanto de verte otra vez!" Anu abrazó a Inanna y sus ojos se llenaron de lágrimas. "Estoy muy orgulloso de tus esfuerzos diligentes para ayudar a los terrícolas.
Todos hemos cambiado desde los primeros días, ¿no es cierto, mi pequeña?"
"Anu, ¿cómo has estado? Cuéntame tus noticias". Inanna se inclinó graciosamente ante Enlil y preguntó por su madre, Ningal, y por su padre, Nannar, el hijo de Enlil.
Enlil y Anu habían estado reuniendo sus fuerzas en el exilio en una galaxia cercana y habían estado mirando con mucho interés los experimentos de proyección de los Yo multidimensionales en el continuo espacio/tiempo de la Tierra. Inanna y Enki no eran los únicos miembros de la familia que estaban involucrados en esta actividad. La familia había llegado a aceptar la verdad: ésta era su única esperanza de crear otra realidad en la cual la especie humana pudiera liberarse de la tiranía de Marduk.
Recientemente Anu y Enlil se habían unido a los Etéreos en sus naves que le daban la vuelta a la Tierra, pacientemente esperando que sucediera la transformación del ADN en los seres humanos y protegiendo al planeta de los invasores de Marduk y de otros extraterrestres piratas. Los Etéreos se habían comprometido a proteger la Tierra con el fin de darles a los humanos la oportunidad de activar sus genes latentes y de probarle al Consejo Intergaláctico que ellos habían superado la etapa adolescente por la cual pasan todas las razas, que estaban listos para ser responsables de sí mismos y de ocupar su lugar como iguales en el universo.
Era una empresa difícil, pensó Inanna, especialmente cuando Marduk obstaculizaba todo intento que la familia hacía en beneficio de la humanidad. Ciertamente Marduk había hecho todo lo que había podido para frustrar los planes de Inanna. Muchos de sus Yo encarnados habían caído en sus trampas y habían perdido su camino. ¿Podría ser que Graciela fuera la última esperanza de Inanna? No Quería pensarlo por mucho tiempo; era demasiado pavoroso.
Inanna, Anu, Enki y Enlil caminaron hacia el portal del tiempo y se transportaron hacia el salón de la Federación. Melinar los siguió como parte de la conciencia de Inanna. Era tal como Inanna lo recordaba: un cielo raso enorme y abovedado que permitía ver todas las galaxias. La vista era imponente. Los cielos son aún más hermosos que mis joyas, dijo ella; sería muy divertido jugar con las estrellas. El salón estaba lleno de la extensa variedad de seres de toda clase de razas. Entraron los Etéreos y saludaron a Anu y a su familia. La reunión estaba a punto de comenzar.
Por el rabillo del ojo, Inanna lo vio entrar solo y silenciosamente en el salón. Era tal como Inanna lo recordaba; su belleza procedía de una fuente soberana en lo profundo de él y magnetizaba todo el ser de Inanna. Él era todo aquello en lo que ella quería convertirse, garboso y amable y, no obstante, fuerte y sapiente. Inanna se sentó recta y trató de no ser muy visible. Si sólo se sentara en un lugar donde ella lo pudiera ver con facilidad. Para su deleite, él caminó hacia el área elevada de los Etéreos y se sentó a un lado. Inanna contuvo la respiración, su corazón estaba latiendo muy rápidamente, pero él era tan maravilloso.
Un Etéreo muy alto y elegante se puso de pie y empezó a dirigirse al salón por medio de sonidos que comprendieron las mentes de todos los presentes sin importar cuál fuera su lenguaje o dialecto nativo. El Consejo enfatizó el hecho de que todavía estaba haciendo valer su ley de no interferencia, mientras que de cerca seguía las actividades de la familia de Anu, en particular las de Marduk. Desde la última reunión las cosas no habían cambiado mucho. El fin del año 2011 era todavía la fecha acordada para resolver el asunto del dominio del planeta Tierra. Si un número suficiente de humanos podía ser convencido de su habilidad genética latente para asumir el control de su realidad y abandonar su dependencia de los tiranos, se formaría una Tierra alterna en forma natural, la cual permitiría expresión de esta nueva conciencia. Aquellos humanos que desearan permanecer bajo el reino de Marduk y sus tiranos, serían dejados a su suerte, quizás para aprender la independencia en otra época en un futuro posible.
El Consejo preguntó si alguno de los presentes deseaba hablar en favor de los terrícolas, o si tenían alguna evidencian nueva para presentar ante la corte. La mente de Inanna se agitó. ¿Que podría decir? ¿Que Olnwynn había sido asesinado por su propio hijo, que Atilar había violado a una joven sacerdotisa, que Chandhroma había sido envenenada en el harem? Todo eso no sonaba muy prometedor. La Tierra era algo tan difícil de explicar; era algo tan denso y complicado a causa de sus innumerables polaridades. Sintió que se le secaba la boca, pero de todas maneras se puso de pie para hablar.
No tenía idea de qué la había afectado o de lo que iba a decir, pero una fuerza la puso de pie y le colocó las palabras en su boca. Era Olnwynn. De algún modo él se había apoderado temporalmente de su conciencia y, para bien o para mal, estaba a punto de hablar a través de ella ante todo el Consejo.
"Deseo hablar por la Tierra y su gente. Puede que sea muy difícil para ustedes comprender lo que es la vida en la Tierra. Nunca se han sentado en un bosque verde a escuchar el viento. Nunca han visto ese sol dorado silencioso que se eleva por encima de nuestras majestuosas montañas; no han escuchado las alas de un colibrí que golpean mientras bebe el néctar de una rosa. Sé que los humanos no están conscientes de muchas cosas, pero son dignos de su atención y merecen ser salvados. ¿Nunca han tenido un bebé desamparado en sus brazos, quizás su propio hijo, con un deseo de protegerlo?"
Melinar sacó a Olnwynn y continuó hablando a través de Inanna. "La especie humana es una mezcla de todas las razas que han venido a la Tierra y se han cruzado con las formas de vida que existieron allá. Ellos son ustedes; portan las semillas de muchas de las líneas genéticas que existen a través de todo el universo. Si se les brinda una oportunidad, si se les da ayuda, pueden ser maravillosos en verdad. Quiero pedirles a los Etéreos que continúen aumentando la banda de frecuencia de la Onda".
La Onda era un término que describía una banda de frecuencia que los Etéreos estaban emitiendo hacia el planeta Tierra. Ella portaba energías de verdad e iluminación; portaba el poder de despertar los genes durmientes. Si tan sólo los humanos durmientes pudieran despertarse de su sueño de la limitación y se abrieran a esta Onda, su ADN mutaría automáticamente y los haría libres. Lo único que tenían que hacer era apagar las máquinas electrónicas que emanaban las frecuencias de Marduk y escuchar los sonidos de la naturaleza, del bosque, de los ríos que cantan y los vientos que susurran.
Inanna le contó la historia de Graciela al Consejo. Les dijo que Graciela tomaría ciertas decisiones muy pronto. Inanna sabía que era una probabilidad muy remota y que estaba exagerando, pero era su única oportunidad. Quizás la historia de Graciela animaría a los Etéreos a aumentar la frecuencia de la Onda.
Inanna concluyó diciendo que realmente amaba la Tierra y a la gente que la habitaba y que ella y su familia estaban haciendo todo lo posible para desbaratar los planes de los tiranos. Le rogó al Consejo que continuara ayudándoles. Luego Anu les agradeció a los Etéreos por la protección a la Tierra y por el asilo que le estaban brindando a Anu y a su hijo Enlil.
Todos los del Consejo comprendieron que en la situación de la Tierra estaban envueltos no solamente sus habitantes. También se entendió que si la especie humana se podía liberar a sí misma, los efectos de la tiranía que ahora rondaban por todo el sistema solar pleyadense, disminuirían. Anu y Enlil regresarían en el tiempo para liberar a los líderes de los numerosos mundos pleyadenses y ayudarían en la liberación de sus tierras.
Era hora de un cambio en el equilibrio del universo. Las fuerzas de la luz estaban listas para vencer las fuerzas de la oscuridad, por un tiempo. Era el fin del Kali Yuga, el fin de un período de juego en la mente del Primer Creador.
De regreso a casa, Inanna pensó en su hombre y se preguntaba si la había visto. ¿Había escuchado él cuando ella habló? Oh, ¿cómo podría conocer a uno como él? Melinar rió tontamente mientras hacía fulgurar su brillantes en la mente de Inanna, pero no dijo nada. Él estaba guardando el futuro de Inanna en un lugar secreto, porque ahora era mejor que regresaran hacia Graciela.

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