Inanna miró fijamente su piel azul y observó que sus células mostraban un tono pálido y cansado. Decidió descansar un buen rato; contempló a sus Yo multidimensionales y se preguntó por qué no podía llegar a ellos. La semana pasada Olnwynn fue asesinado por su propio hijo. Cuando Inanna decidió encarnar en una variedad de seres humanos, no tenía idea de que la vida en un cuerpo humano podía ser tan peligrosa y desconcertante. Esta experiencia llevaba consigo algo muy denso y no era de extrañar que la raza humana estuviera experimentando tanto conflicto. La llegada del Kali Yuga sólo había empeorado más las cosas.
La civilización pleyadense siempre ha entendido las fases de la creación en cuatro ciclos continuos conocidos como las edades o Yugas.
El primer período es una edad dorada donde predominan la sabiduría y el logro.
A esta fase le sigue una segunda edad en la cual la sabiduría es reemplazada por el ritual.
El tercer ciclo es una edad de duda. El Primer Creador se pierde a sí mismo en su creación y el hombre y la mujer olvidan su origen divino.
Por último viene la cuarta edad, el Kali Yuga, que se puede describir como una edad de oscuridad, confusión y conflicto. Se invierten todos los valores de la primera edad dorada y la mente inferior domina mientras la avaricia y el temor prevalecen.
En medio de la atmósfera sofocante de este Kali Yuga, Marduk, el primo de Inanna y sus tenientes han ideado los restrictivos campos magnéticos de extrema baja frecuencia, los ELFs, para seguir confundiendo y azorando a los habitantes de la Tierra. Rodeados por una prisión implícita de ondas electromagnéticas, ellos ya no podían permanecer en silencio y escuchar su voz interior.
Se apresuraban para no llegar a ninguna parte, se preocupaban, pagaban cuentas, pedían más dinero prestado y se sentaban durante horas frente a sus televisores esperando que alguien les diera las respuestas. La gente acumulaba posesiones y creía que las cosas los mantendrían a salvo. La idea del fin del mundo se hacía cada vez más popular. El caos y la confusión aumentaban a diario.
En medio de su creciente frustración, Inanna silbó con sus dragones guardianes. Mientras más imposible parecía todo, más resuelta estaba a ayudar en la liberación de la especie humana. Se recostó, cerró los ojos y permitió que su mente volara. Se obligó a relajarse y por un momento se olvidó de sus Yo multidimensionales. Una brisa refrescante flotó por su cuerpo mientras pensaba en su planeta nativo, Nibiru, y en las maravillosas fiestas que solía dar su bisabuela. Se vio a sí misma de niña devorando chocolates exóticos de Valthezon. Saboreó el recuerdo; un dulce líquido llenó su boca y bajó por su mentón. Se rió dulcemente.
"¡Inanna!", le gritó una voz que era familiar pero que no podía identificar muy bien. No era ninguno de sus Yo de la Tierra ni un miembro de su notoria familia.
"¡Inanna!
¿No recuerdas el tiempo antes de nacer en la familia de Anu?
Recuerda el tiempo antes de que nacieras en tu hermoso cuerpo azul, antes de Nibiru y la Tierra".
Inanna arrugó la frente. Se formaron pensamientos en su mente. "¿Quieres decir antes de que llegara a ser yo, Inanna? ¿Qué pude haber sido yo antes de Inanna?"
A su mente le llegó una visión: Un numero infinito de formas de luz geométrica y de colores que constantemente cambiaban en una sucesión rápida. Quiso que las formas se quedaran quietas para poder identificar por lo menos una de ellas, pero ellas se negaban.
"¡Inanna, soy yo, tu viejo mentor, Melinar!"
¡Melinar! El nombre le era tan familiar. Ella dilató su conciencia. Había habido otra clase de experiencia. A sus pensamientos llegaron recuerdos vagos.
¡Melinar! ¡Mi profesor!
Aquí sí había una frecuencia de tiempo. Si el tiempo terrestre se podía describir como algo denso y viscoso, la dimensión de Melinar era vapor y niebla.
Inanna trató de enfocarse en la visión. De vez en cuando se le aparecía la forma de un rostro pero rápidamente desaparecía. El rostro era familiar, amable y tierno, un viejo con verdes ojos resplandecientes que le recordaban a Inanna sus esmeraldas favoritas. Entonces recordó por qué apreciaba las joyas; la visión cambiante que presentó Melinar era algo así como miles de piedras mutantes cortadas que brillaban con una luz interior transparente. Una vez ella había sido precisamente esta forma y lo recordó muy claramente.
Ella había sido un cuerpo de 144 formas geométricas en movimiento perpetuo conocidas como los brillantes.
Un día se había cansado de ser este espectáculo de color radiante de inteligencia creadora y decidió experimentar con otras formas de vida. Melinar había estado tan orgulloso de ella por ser lo suficientemente valiente y aventurarse a escoger el cuerpo de una pleyadense azul.
Ahora él la estaba visitando. Inanna sintió un placer inocente y agradable por el hecho de que Melinar había pensado en ella. La Vida había sido tan diferente en aquella dimensión, no era parecida a la realidad de los hijos buscapleitos y camorristas de Anu. Tampoco era como las experiencias repetitivas en la Tierra.
Inanna sintió nostalgia. Se fusionó con Melinar en una amistad recordada y se alegró mucho de que él estuviera allí. Sobre su nariz cayeron lágrimas cálidas, que le recordaban dónde estaba. "¡Oh, Melinar! Me alegro tanto de verte de nuevo. Me había olvidado por completo de ti y de la dimensión de formas geométricas. Qué bueno que viniste. No sabía cuánto te había extrañado".
Melinar respondió, aunque telepáticamente, "¡Inanna, tú has estado muy ocupada, querida!"
Inanna se sonrojó. Supuso que Melinar sabía todo lo suyo ahora que se habían fusionado. Debe saber todo lo de su accidentada vida amorosa y de todas esas guerras que inició allá abajo en la Tierra.
También debe saber que ella estaba tratando de ayudar a los humanos al encarnar con ellos en diferentes intervalos simultáneos. Seguramente sabía de los problemas que esto estaba ocasionando. Tal vez él había venido a ayudar. ¿Pero qué podría saber una forma geométrica sobre una mujer americana del siglo XX en la ciudad de Nueva York? ¿O de un guerrero celta del segundo siglo A.C. que hizo carrera en el mundo decapitando a otros hombres?
Melinar respondió a sus preguntas:
"Inanna, querida, he venido siguiendo tus aventuras con mucho interés y he venido a ofrecerte mi ayuda. Además, tengo todo el tiempo del mundo y esto me parece muy divertido".
"¡Oh, divertido! Yo también pensaba lo mismo cuando me decidí a ayudar, pero mira a mis pobres Yo. La están pasando muy mal. Nunca me escuchan; piensan que están oyendo voces o que están locos. No sé qué hacer. Agradecería cualquier ayuda que me puedas dar".
Los brillantes de Melinar aceleraron su forma y cambiaron. "Querida, tenemos que ayudar a Graciela en la montaña. Crearemos un lugar seguro para ella en el bosque de cedros donde vivirá en paz y se acostumbrará a escucharnos y a vernos. Verás que nos dará la bienvenida. Ahora funcionará. Entre las estrellas y los cedros, Graciela recordará y les ayudará a todos los demás".
Por primera vez en mucho tiempo Inanna rió apaciblemente. ¿Qué tal si sólo uno de mis Yo recordara, si sólo uno regresara a mí en amor, confiara y me permitiera ayudar? Si sólo pudiera derrotar a Marduk.
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