VIII.- CHANDHROMA


Inanna y Melinar entraron en la conciencia de Graciela. Olnwynn los siguió. Desde el punto de vista de Graciela, ellos aparecían como un campo de fuerza dorado y sutil que contenía tres figuras altas que estaban de pie en su sala, junto a la chimenea. Graciela había estado absorbiendo las lecciones de los datos de la vida de Atilar.
Ella suspiró: "¿Cómo es posible que haya tanto sufrimiento? ¿Cómo puede el Primer Creador observar este drama interminable de vida y muerte, de belleza y dolor? ¿Qué es Primer Creador?"
Melinar le respondió: "El Primer Creador ES".
¡Oh, no! qué respuesta, pensó Graciela. "Escuche, señor, cuando el corazón de uno está partido, el concepto de ES no es muy consolador".
Inanna pensó en algunas de sus experiencias en la Tierra, incluso como un ser extraterrestre de otra frecuencia de tiempo ella nabía sentido que le habían roto el corazón más de una vez. Deseó pensar en algo que le pudiera dar a Graciela la respuesta que necesitaba. Ella miró a Melinar implorándole que dijera algo.
"Hija mía, esta es la tarea a la que te enfrentas", dijo él. "Debes saltar desde Las 10,000 Cosas, a través del abismo de tu duda, hasta el lugar del magnífico ES. Allá encontrarás la verdad que buscas al sentir lo que el Primer Creador siente. Allá sabrás".
Eso suena muy pavoroso, pensó Graciela. Se imaginó que Las 10,000 Cosas deberían ser todo esos pensamientos y cosas triviales que distraen a todos los humanos cada minuto del día, y ninguno de los cuales parece importar cuando uno se acerca a la muerte, a experiencias de pérdida trágica, o cuando a uno le llega un momento crucial. Mas la idea de un abismo la llenó de temor. Pensó en esa película con Harrison Ford, cuando extendió su pie sobre un desfiladero aparentemente sin fondo para dar un salto de fe. Allí había un puente invisible para él y él lo atravesó. ¿Sería así de fácil para ella? Graciela les tenía pavor a las alturas. El solo hecho de estar parada en un balcón le producía vértigo; sentía un hormigueo en los pies y se sentía jalada a la orilla.
Olnwynn vio un oportunidad y se presentó. Con la ayuda de Inanna, le ofreció su protección y coraje a Graciela. Inanna le mostró a Graciela los datos de Olnwynn mientras que simultáneamente le mostraba los de ella a él.
Inanna escogió un momento en la niñez de Graciela para mostrárselo a Olnwynn. Ella tenía escasos tres años y estaba sentada en el comedor con su familia. Su padre le entregó un pedazo de pollo frito pero ella no lo quería. Graciela levantó el muslo del pollo y con fuerza lo tiró contra la pared.
Olnwynn se rió y vio su propia terquedad en Graciela. Luego reconoció quiénes eran los miembros de la familia de Graciela. "¡Por Dios! ¡Son ellos, todos ellos!" Se sorprendió de ver que la madre de Graciela era su bella esposa, el padre era el hermano de Olnwynn y el hermano de Graciela no era otro que su hijo. Todavía estaban juntos en otro tiempo. ¿Por qué había nacido Graciela en una fammilia con estos tres quienes obviamente todavía tenían malos recuerdos y sentimientos hacia él? ¿O era que sentían temor y resentimiento hacia Graciela? No era de extrañar entonces que Graciela no fuera feliz.
Inanna respondió los pensamientos de Olnwynn y le explicó que esa era una manera sumamente útil de aprender y de evolucionar. Y, además, esos tres querían estar juntos. Compartían un lazo. Como Olnwynn, tú los trataste mal y los controlaste. Ahora como Graciela la experiencia es muy diferente, de cierto modo, se invirtió.
Graciela, que no podía dejar de escuchar, pensaba: si Inanna quería experimentar estas cosas, ¿por qué simplemente no se metió en un cuerpo ella misma y vivió, en vez de hacer que Graciela y Olnwynn lo hicieran?
"Lo hice, Graciela. Yo soy tú. Yo he sido todo lo que tú has sido, y he sentido todo lo que tú has sentido". Inanna tenía la esperanza de hacerla comprender, pero no parecía tan fácil puesto que Graciela estaba en un cuerpo físico de carne vulnerable y con sistema nervioso parcial.
"Es ese sistema nervioso parcial lo que yo quiero corregir", agregó Inanna. "Si todos mis Yo multidimensionales reúnen suficientes datos para percatarse de los modelos repetitivos de las experiencias de sus vidas, quizás uno, quizás tú, Graciela, crecerás más allá de tus limitaciones y pondrás en acción los códigos genéticos divinos que están latentes dentro de ti. Es posible. Sería como si tú le agregaras mayor capacidad a tu computadora. Tienes la tecnología; sólo te falta la voluntad para hacerlo. Hay tantas distracciones, como Las 10,000 Cosas y la rejilla de frecuencias electromagnéticas que colocaron alrededor de tu planeta aquellos que desean que permanezcas como una esclava".
Graciela estaba empezando a comprender lo que Inanna decía. Si ella, Graciela, (que era al parecer Inanna) pudiera de algún modo fusionarse con Olnwynn y Atilar, así como con todos los otros que en realidad eran Graciela, entonces habría la posibilidad de que tanto conocimiento y datos combinados pudieran activar los genes durmientes. ¿Se trasladaría el cambio en un humano a los otros?
"¡Sí!", contestó Inanna y suspiró con una sensación de satisfacción de que por lo menos había llegado a uno de sus Yo multidimensionales. En ese momento Olnwynn se animó y empezó a reír.
"¡Esto podría ser muy divertido!", dijo él. Prometió ayudar a Graciela para que encontrara el coraje suficiente y se sentó al lado de los perros con el deseo de poder acariciarlos. Graciela se dio cuenta de que los dos perros permanecieron calmados ante la presencia de sus nuevos amigos. Bueno, ciertamente ya no estaba sola.
"¿Hay alguien más?", les preguntó a Inanna y Melinar.
Chandhroma nunca había sido tan hermosa como su madre, pero era bonita y elegante. Tuvo suerte de que no la asfixiaran en el momento del nacimiento como se acostumbraba hacerlo con los bebés hembras que nacían en esa época. Su madre no tuvo el coraje de matarla, aunque no había razón para conservarla.
Era el siglo XVI D.C., en el norte de la India. La madre de Chandhroma era una prostituta, aunque era una cortesana de la clase alta. Se había enamorado de un poderoso consejero del Sultán de Cachemira. Ella solamente le era útil a este hombre como concubina, no como la madre de sus hijos. Naturalmente, si el bebé hubiera sido varón, se le habría encontrado algún lugar en la corte. Pero la hija de una prostituta no le servía a nadie. De modo que a los tres años, Chandhroma fue entregada a la escuela de danza donde fue criada para ser una bailarina de la corte y donde recibió un entrenamiento riguroso. Afortunadamente ella sobresalió en este arte porque amaba la danza con pasión.
Chandhroma estaba sentada sola en el Templo de la Danza.
A menudo venía allí a danzar para "la dama" que a veces se le aparecía. La rodeaban columnas de piedra con tallas fantásticas de Kali y Lakshmi, los Gandharvas, los apsarases y los dakini danzantes. Frente a ella sólo una vela alumbraba las sombras del gran salón y una luna llena bañaba con su fría luz los pisos de mármol brillantes. Chandhroma se sentó en quietud total. Tenía 14 años y había sido entrenada en las artes de la danza durante once años. Extrañaba a su madre, pero "la dama" que venía llenaba el vacío de su corazón y le parecía que era una diosa. Como Krishna, la dama tenía una hermosa piel azul turquesa. Llevaba puestos muchos collares de lapislázuli y brazaletes de oro. Chandhroma pensaba que su dama azul era aún más hermosa que su propia madre.
Ella se puso de pie y empezó a danzar, con gracia daba vueltas mientras que las pequeñas campanas de plata que tenía en los tobillos emitían suaves tonos a través de las columnas del salón. En su mente, Chandhroma llegó a ser una con la diosa. Imágenes de la dama azul, de Lakshmi y de Tara llenaron su conciencia. Llamó hacia sí a los dakines danzantes y se convirtió en una con la luz de la luna. Sus manos eran expresiones graciosas de esperanza humana y su cuerpo cantaba con la belleza de la noche. Bailar sola para su diosa era su mayor gozo.
Cuando sintió la presencia de la dama azul, dejó de danzar y se quedó quieta. Su respiración era corta y movía sus pechos casi imperceptiblemente. Gritó: "Dama, quería hablar contigo esta noche. Pronto me llevarán al palacio del Sultán para bailar. ¿Estarás conmigo para guiarme en la danza?"
Inanna le respondió: "Sí, mi amada muchacha, estoy contigo a donde quiera que tú vayas. Soy parte de ti. Mi amor por ti es eterno y nunca estás sola porque aquí estoy protegiéndote. Amo lo que tú eres".
Chandhroma sintió la presencia de un intruso. "¿Quién está allá?", gritó ella.
"Sólo un admirador, mi niña", respondió el forastero. "Yo soy Vasudeva, el arquitecto de los palacios del Sultán. Tu maestro de danza me habló de tus presentaciones nocturnas y he venido en secreto para contemplar tu belleza. Soy un anciano, y no tengo intenciones de hacerte daño. Quiero ser tu amigo".
Chandhroma buscó la aprobación de su dama azul, quien sonrió y asintió. Entonces este es mi destino, pensó ella.
Vasuveda continuó: "Entiendo que estás sedienta de conocimiento, y que pasas tus ratos libres dibujando los pabellones y las esculturas del templo. Deseo enseñarte estas cosas. Una vez tuve una hija tan hermosa como tú que estaba en el apogeo de su belleza, pero una enfermedad misteriosa me la arrebató. Era mi única luz en este mundo y tú me la recuerdas. Permíteme que sea tu mentor cuando te mudes al palacio y te enseñaré a leer y escribir, así como matemáticas, lenguaje y arquitectura".
Era algo inaudito. A ninguna mujer se le permitía aprender estas cosas. Ella siempre había querido conocimiento y en secreto había intentado aprender a escribir en sánscrito, pero a las mujeres no se les animaba a que hicieran esas cosas. Ella no era más que una bailarina del templo. Su posición no era mejor que la de una prostituta, como su madre.
"¿Y qué tendré que hacer a cambio?", preguntó.
"Trabajar muy duro. Debes dedicarte a estas nuevas artes y continuar con tu danza. De otro modo no te permitirían permanecer en el palacio. Estás al servicio del Sultán, pero él es mi amigo y está muy satisfecho con esta extravagancia mía. Es bien sabido que tú eres dotada, que los dioses te sonríen y que se interesan mucho por ti. Es mi intención hacer lo mismo. Serás como una hija para mí".
"Acepto". Fue todo lo que pudo decir con el corazón en la garganta. Muy seguramente la dama azul le debió haber proporcionado esta oportunidad. Ciertamente, debe ser un regalo de los dioses.
Inanna estaba feliz con el progreso de Chandhroma. La chica tenía una mente estupenda, aprendía muy rápidamente y se convirtió en el mayor orgullo de Vasudeva. A medida que su fama como danzarina crecía, le ayudaba a Vasudeva en sus proyectos de arquitectura. Hasta se le encargó el diseño de un jardín pequeño. Cachemira era mundialmente conocida por sus jardines. Era una época maravillosa para Chandhroma. Vasudeva la quería mucho y, aunque muchos la admiraban y la cortejaban, a ella sólo le interesaban la danza y el conocimiento. Ella pensaba que seguramente debía haber otras mujeres que deseaban tener esas oportunidades.
Un día ella estaba sola dibujando en el jardín que había diseñado. Un hombre joven bien parecido apareció ante ella y se presentó. Era el hijo y heredero del Sultán. Ella naturalmente lo había visto en la corte cuando danzaba pero nunca se había imaginado que lo conocería y ciertamente no estando sola. El Sultán le había puesto a su hijo el nombre de Arjuna como el famoso arquero de las escrituras antiguas.
"Chandhroma, estoy desesperadamente enamorado de ti", dijo Arjuna. "Te he visto danzar y Vasudeva me ha contado historias sobre tu garbo e inteligencia. ¿Hubo alguna vez una mujer tan dotada y tan hermosa como tú en el reino de mi padre?"
Por un momento sus ojos se encontraron en silencio. La muchacha no había pensado mucho en el romance, no tenía tiempo para eso y no quería terminar de prostituta como su madre. Pero este joven le hacía sentir cosas que le eran totalmente desconocidas.
Entonces Arjuna empezó a hablarle tiernamente y de una manera espontánea le expresó su amor y deseo por ella:
"Chandhroma, he estado esperando este momento.
Ven a mí, amada, deja que mis brazos te abracen.
Tu piel radiante esconde los fuegos ardientes debajo de ella.
Cada célula de mi cuerpo resuena con tu ser.
Deseo estar cerca de ti, amada.
Tus ojos me acercan más a mi Hogar.
Sigo su profunda oscuridad como un niño inocente que sólo conoce un llamado.
Atraído hacia ti como la luna atrae las corrientes, las llamas
se extienden por mi cuerpo.
El deseo me abruma en estas tardes veraniegas.
Me imagino cada aspecto de tu ser.
Separados en cuerpo, unidos en alma y espíritu, siempre estás conmigo.
Siento el latido de tu corazón, tu roce, tu aliento.
Mis células vibran con tu vida y con mi deseo de nuestra unión.
Cómo he deseado una como tú en todos los lugares y tiempos.
Busco el calor de tu suave beso para que despierte los
verdaderos fuegos que arden dentro de mí.
Permite que mi amor, como la luz del sol, se derrame sobre
tu cuerpo y alma"

Chandhroma quedó transfigurada con sus palabras, su corazón estaba conquistado. Ella sonrió, Arjuna se sentó a su lado y tocó sus manos. Finalmente los dos empezaron a reír y a hablar como si se hubieran conocido durante todas sus existencias e incluso más allá de ellas. Se dice que el amor verdadero puede ser así.
Inanna se alegró mucho por Chandhroma, pero también sintió el peligro. Ya había muchas mujeres chismorreando en la corte del Sultán. Sentían envidia y desprecio por la muchacha. Ahora que el hijo del Sultán le había dedicado todos sus afectos a ella, ¿quién sabe a dónde llegarían todos esos celos? El veneno era la solución más conocida para las rivalidades dentro del harén.
A las mujeres del palacio se les permitía tan poca libertad que sus energías terminaban por menoscabarse entre sí. De vez en cuando se llegaba hasta matar a un bebé para sacar del camino a un heredero potencial. Ciertamente el harén podía ser un lugar peligroso. Como era una bailarina, en realidad Chandhroma nunca había sido parte de ese mundo, además gozaba de la protección de Vasudeva. Pero las atenciones de Arjuna la convertirían en el blanco de alguna concubina frustrada con ambiciones de poder. Inanna sabía que las mujeres de esa época maliciosamente conspiraban la una contra la otra para defender su escaso territorio. La impotencia de las mujeres hería profundamente a Inanna, pero era imperativo que le advirtiera a Chandhroma sobre el peligro.
Mas ella estaba muy enamorada y bajo el hechizo de Arjuna se encontraba ya en un mundo lejano. Los dos amantes pasaban sus días tomando vino y haciendo el amor en los jardines mágicos de Cachemira. En el palacio todos hablaban sobre su relación. Inanna no pudo por ningún medio lograr la atención de Chandhroma. ¿Cómo podía advertirle?
Un día Chandhroma regresó a su cuarto y sobre la mesa encontró un regalo. Era una botella de oro con rubíes rojos incrustados. La habilidad del que la diseñó era impresionante y había una nota que describía las propiedades mágicas del contenido de la botella. Decía que era el elíxir de la belleza eterna y la vitalidad. Inocentemente, Chandhroma abrió la botella y olió su contenido. El cuarto se llenó con el aroma de cien rosas y Chandhroma se dejó vencer por el deseo de probar el elíxir. Inanna temió lo peor y evocó sus poderes para lo cual tumbó un hermoso florero con el fin de atraer la atención de Chandhroma. El florero tableteó y se quebró sobre las baldosas de mármol, pero Chandhroma estaba totalmente distraída, poseída por el hechizo de la fragancia de rosas.
Levantó la botella hasta sus labios. Al probar el líquido, sintió una contracción violenta en su cuerpo. Cuando cayó al piso duro, pensó en Arjuna. Cómo deseaba sentir sus brazos a su alrededor, saborear una vez más sus labios y mirar en lo profundo de sus ojos. Trató de gritar, pero toda su fuerza se había ido. Su vida se le escapó. Cuando Chandhroma se retiró de su cuerpo, Inanna estaba allá para abrazarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario