Fui a ver a mis amigos Matali y Tara y les dije que deseaba regresar a ver a la Vieja Mujer Serpiente. Tara me guió hacia sus cavernas y ella no pareció sorprendida de verme. Aunque no pronunció palabras, yo comprendí que debía emprender un viaje sola.
La sabia dama me condujo a un túnel oscuro. En el extremo del túnel vi un óvalo transparente, como una matriz rodeada de una cascara translúcida de luz suave incesante. Entré y me senté durante un tiempo que me pareció una eternidad. No sucedió nada. Empecé un programa de austeridades, disciplinas para elevar mis frecuencias por medio de la concentración. Respiré, originé tapas, calor divino, ayuné. Me paré estática sobre un dedo del pie durante dos mil años; me postré, lloré. Mi alma se derramó hacia ese óvalo a medida que el silencio me abrumaba.
No obstante, nada sucedía. Repasé mi vida como Inanna. Todo lo que había sido o hecho pasaba a través del ojo de mi mente. El deseo vehemente de verdad y conocimiento abrumó todo mi ser y mi cuerpo hermoso se levantó y se sacudió en medio de sollozos y desespero. Finalmente, olvidé el desespero y me perdí en un calor de fuego, mientras sacrificaba mi orgullo y ya no sabía quién era. El ego de Inanna se desvaneció.
A medida que toda identidad caía de mi ser como las lágrimas de mis ojos, se empezó a formar una luz frente a mí. Lentamente, esta luz asumió la forma del ser más exquisitamente bello que yo haya visto. No era ni hombre ni mujer, pero su forma era humana. Estaba compuesta de miles de lucecitas que disparaban y se movían constantemente en colores cambiantes. El rostro era el rostro de mil seres e irradiaba todo lo que yo esperaba poder ser; gracia, sabiduría y cualidades para las cuales no tengo palabras.
"¿Cuál es tu nombre?", pregunté.
El Ser contestó de esta manera:
"Tengo muchos nombres de una multitud de experiencias y estados de ser, pero mi verdadero espíritu, donde reside mi alma no es más que una frecuencia de luz, no es un nombre. Yo soy lo que no puede ser nombrado. Si buscas darme un nombre, di que soy Altair de Alción, Estrella de Estrella. Yo soy aquello que tú siempre has sido.
"Tu deseo vehemente de la verdad me ha traído acá. Estos son los momentos de tu despertar; atesóralos. La revelación se está dando ahora en esta escapada del tiempo. Tú eres un sistema de reacción. Yo me conecto contigo. He estado alineando tus circuitos para que haya una mejor recepción. Armonízate conmigo.
"Recuerda, amada. Recuerda tu verdadero Hogar. Cuando el tiempo comenzó para ti, eras una luz blanca pura. Ahora tú tienes muchos colores, muchos matices, muchas experiencias. Flotas a través de un mar de infinitud, latiendo belleza. Te amo inmensamente".
Sentí que una brisa suave acariciaba mi cuerpo. El inmenso amor de este ser me rodeó sanándome y secando mis lágrimas. Me sentí más ligera y por mi cuerpo corrieron ondas de suprema alegría.
El ser habló de nuevo:
"Te amo, Inanna.
NUNCA te juzgué.
Me regocijé con tus logros, con tu coraje.
Lloré cuando tú lloraste.
Busqué sabiduría en tu belleza.
Te apoyé en tus horas más difíciles.
Nunca estuve separado de ti. Te permití ir por los caminos que escogiste para que me trajeras experiencias.
¿Haría cualquier ser menos por su hijo, su creación?
En apacibilidad de nuestro encuentro, me abro a ti.
Me apresuro a ti para llenarme dentro de ti y de ti.
Tú eres mi creación y con ansiedad he esperado tu retorno.
Sin exigir tú vuelves a mí, suavemente como las flores siguen al sol.
¡Oh amada mía, unidos estamos!
Desde todos los senderos y caminos,
a través de los largos y solitarios corredores del tiempo,
como las corrientes de la Tierra,
como la sangre que fluye por tus venas,
nos encontramos en el corazón.
Para quemarnos allí en los fuegos de nuestra Realización".
¡Así era! Yo estaba encendida, todo mi ser ardía en amor y experimenté un éxtasis que nunca antes me había imaginado. En silencio, el ser transportó un entendimiento a mi mente. El amor se vació dentro de mí con una fuerza de pasión indescriptible. Dentro de mi corazón sabía lo que haría. El calor del fuego me cambió para siempre.
Vi mi futuro. Descendería hacia la forma humana, me convertiría en un humano e intentaría activar el gen divino en mis Proyecciones, los seres humanos que yo había creado. Me separaría en porciones variables y asumiría muchas encarnaciones. Me atrevería a ser vulnerable y a nacer en la carne humana. Escogí una gama de experiencias a través de castas particulares. Aunque iba a descender al tiempo de la Tierra, yo sabia que este Ser de Luz estaría conmigo siempre y que ya nunca estaría sola.
*
Tengo que admitir que al principio estaba un poco renuente a encarnarme en la forma humana. Yo sabía exactamente qué se le había hecho al ADN humano y cuán difícil sería recordar quién era una vez estuviera encarnada. Pero yo estaba decidida.
Decidí comenzar lentamente. En las montañas del Himalaya vivía un grupo de humanos que se habían reunido en búsqueda de la sabiduría. Con la oración y la meditación ellos esperaban que les llegara una visión que les mostrara la verdad. A manera de experimento, produje una imagen holográfica de mí misma un poco modificada y me les aparecí. Llevaba puesta una túnica blanca y me rodeé de una modesta cantidad de luz. Me enfoqué en el pensamiento de amor que me mostró el Gran Ser en el óvalo. Concebí una columna de luz que salía del óvalo, pasaba a través de mí hacia las montañas y a los corazones y mentes de estos buscadores.
Su inocencia y gratitud me impulsaron a amarlos, y mientras más los amaba, más sólida me volvía. Tenía un poco de miedo, pero no podía evitar amarlos. Su gozo era una apacibilidad que nunca había conocido. A medida que mi densidad física aumentaba, yo sabía que rápidamente olvidaría y no recordaría quién era ni qué había venido a hacer aquí. Pensé en todos los otros en los que me convertiría. La fuerza de mi amor y compasión puso en movimiento cien vidas, mientras yo, Inanna, disfrazada de Lulu, descendía a Terra para experimentar todas las limitaciones de la carne y de la sangre.
Yo esperaba encontrar que mi tarea iba a ser fácil, una aventura más. Después de todo, yo como Inanna era de una frecuencia de tiempo diferente y estaba acostumbrada a viajar en el tiempo
¿Qué tan difícil podría ser?
No obstante, fui demasiado optimista. La densidad de las frecuencias de la Tierra, aunada a un cuerpo cuyo ADN desactivado solamente permitía un décimo de su función cerebral, me dejaron abrumada por los cinco sentidos. La confusión y el temor me invadieron vida tras vida. Las técnicas de lavado cerebral de Marduk, la propaganda y el control por medio de las frecuencias fueron demasiado para mí. El sistema religioso de la época simplemente me aplastaría y yo me perdería.
*
Como hombre, escogí la vida de un sacerdote en Atlantis. Yo era el guardián de los cristales sagrados. Me enamoré de una virgen santa, la violé y mis compañeros me ejecutaron.
En la antigua Irlanda me convertí en un poderoso guerrero. Esgrimiendo mi hacha, decapité a miles de hombres y amontoné sus cabezas al frente de mi castillo como ostentación de mi riqueza.
Empecé a beber en exceso y golpeaba a mi esposa. Un día mientras dormía, mi esposa y mi hermano persuadieron a mi hijo de que me cortara el cuello, robando de esta forma mi vida y mi riqueza.
En Egipto me convertí en el bibliotecario de la gran tienda de los papiros y las tablillas de arcilla de Alejandría. Como le temía a todo sentimiento, vivía solo en medio de la palabra escrita. Morí como un hombre rígido y solitario cuando los soldados romanos le prendieron fuego a la biblioteca.
Como mujer, fui una bailarina en Cachemira. Esto lo hice en honor de mi amiga Tara. Era una huérfana que llegó al palacio gracias a la danza y decidió educarse aprendiendo lenguas y arquitectura. Era muy admirada por los hombres, pero las mujeres del harén me despreciaban y me envenenaron.
En el occidente de América fui una niña india que montaba en ponis y cazaba en las praderas. Mi nombre era Doncella del Cielo y, comunicándome con las estrellas, bendije la Tierra con las energía de los cielos. Enamorada de un indio valiente y buen mozo, Pluma de Fuego, morí al dar a luz cuando Un curandero supersticioso me amarró al piso de mi tipi.
En España me convertí en una hermosa mujer judía. Durante la Inquisición fui encarcelada, torturada y quemada viva. Antes de morir bajaron ángeles para liberarme de mi cuerpo y mi dolor.
Me convertí en muchos seres. Experimenté la vida como hombre y como mujer. Recorrí los mismos caminos que los humanos han recorrido. Sentí lo que ellos han sentido, la misma esperanza y el mismo desespero. Tuve un niño en mis brazos; fui una niña huérfana. Degollé a muchos hombres y amé a muchos otros. Me pregunté amargamente, ¿qué importaba? ¿Qué importaba nada?
Suplicando ayuda, me senté sobre el piso frío y miré firme y vehementemente a las estrellas. Traté de recordar.